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Si los bosques pudieran opinar sobre su reforestación

Si los bosques pudieran opinar sobre su reforestación

En estas últimas décadas, los bosques han emprendido su propio viaje. Sus historias, al igual que las humanas, cuentan sus propias motivaciones. Si sus hábitats en los trópicos están siendo continuamente explotados, encuentran nuevos territorios inexplorados. Sin pies con los que caminar, los bosques son capaces de moverse. Sin poder hablar, los árboles tienen sus lenguajes. Y sin cerebro con el que razonar, son capaces de aprovechar una oportunidad, de ser emprendedores y conquistar. Conceptos como emprendimiento, calentamiento global, conquista o empatía son exclusivamente humanos y responden a nuestra forma de interactuar con el entorno. En 2018, la revista científica Nature publicó un estudio que afirmaba que en la actualidad había más árboles que hace tres décadas, pero la información que caló en la sociedad no fue si esta era necesariamente una buena noticia. Piensa por un momento si serías capaz de explicar a un árbol, que no tiene concepto del tiempo, cómo según determinados estudios solemos leer solo el titular de las noticias. Deberíamos empezar definiendo qué es leer, qué es un estudio y, lo que resultaría más incómodo, por qué es necesario realizar estudios sobre su salud. Tendríamos que traducir el concepto de preocupación por el futuro, de especies endémicas y de agricultura. Súmale el tener que definir qué son los seguidores o los me gusta de las redes sociales. Si podemos entender que este razonamiento es absurdo, ¿por qué estamos interactuando con los bosques desde nuestra lógica? ¿Por qué no plantearnos qué decisiones tomarían los bosques si tuvieran que decidir sobre su reforestación?

La primera cuestión a debatir sería la distribución desigual de los bosques a lo largo del planeta, provocada por decisiones ajenas a la naturaleza. A día de hoy, hay una mayor cantidad de árboles, pero esto ocurre mayoritariamente en el hemisferio norte y es debido al abandono de zonas rurales y urbanas y a medidas políticas. Países como China han logrado grandes resultados en su afán de recuperar las zonas boscosas del país anteriormente arruinadas por las actividades industriales y agrícolas. No obstante, deberíamos plantearnos el coste de esta recuperación. Cabría preguntar si ha sido realizada con especies autóctonas o si se ha buscado una solución más económica y cortoplacista pero que altera el orden natural de los ecosistemas locales. Por otra parte, países como Rusia han alcanzado cuotas de desarrollo forestal mayores gracias al abandono de zonas rurales, pero la vida que se origine en esos lugares se verá condicionada por la acción humana para siempre. En el sudeste asiático la salud de sus bosques tropicales es directamente preocupante. Países como Camboya sigue perdiendo masa forestal desde la guerra de Vietnam, ahora por motivos económicos. Algo parecido ocurre en Indonesia, uno de los principales productores de aceite de palma, en donde este producto parece tener mayor prioridad que la salvaguarda de su riqueza forestal. Malasia, por su parte, sienta su economía en la exportación de madera.

Si los bosques tuvieran voto sobre su futuro, Latinoamérica probablemente sería donde se libraría la primera batalla de humanos contra árboles. Dicha región, según el mismo informe de Nature, es la que más sufre las consecuencias de la deforestación, con más de 300.000, 100.000 y 70.000 kilómetros cuadrados de terreno ahora desnudo en Brasil, Argentina y Paraguay respectivamente. Sus ecosistemas tendrían que ver cómo su futuro sería negociado junto con el de la humanidad ya que, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), de allí provienen el cincuenta por ciento de las plantas utilizadas para elaborar medicamentos y una quinta parte de estas están en peligro de extinción. Sin embargo, no hace falta crear una guerra ficticia para que los bosques se vean amenazados por cuestiones políticas. Si Donald Trump invirtió un gran esfuerzo en su campaña electoral en defender la industria del carbón, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro pretende renegociar el valor de las comunidades más desfavorecidas y de las reservas naturales de la Amazonia, cuando en 2018 ya contaba con un 20% de su dimensión deforestada. Esto, según un estudio publicado en la revista Science Advances ese mismo año, establecería un margen ínfimo para poder revertir el problema. Respecto al resto de países vecinos, el problema está en la escasa inversión. Teniendo en mente que los países latinoamericanos concentran una biodiversidad extensa y única, la naturaleza en estos lugares responde a una especie de supervivencia económica del más fuerte. Es una acción de la que somos responsables como sociedad. Afortunadamente, los gobiernos de Perú, México o Costa Rica están trabajando en programas para proteger sus bosques y los ecosistemas que conforman.

Por último, tiene lógica imaginar a los bosques del planeta como negacionistas del cambio climático. Si bien es cierto que hoy hay un número mayor de árboles poblando la Tierra, parte de estos ha surgido como nómadas en cuotas anteriormente inviables por su temperatura, como la tundra o cuotas de montaña más altas. O igual ocurriría lo contrario ya que el cambio climático afecta ferozmente a zonas adaptadas a condiciones extremas que, sin sufrir problemas como la tala indiscriminada, pueden llegar a verse comprometidos. Es el caso de la región de Socotra en Yemen, un ecosistema único y frágil en su naturaleza que se ve amenazado por las consecuencias del aumento de la temperatura global y del pastoreo. Los bosques de Australia también tienen que lidiar con los efectos del calentamiento global junto los de la deforestación y la introducción de especies extranjeras. En los últimos veinte años, el país ha sido testigo del deterioro de bosques de algas, manglares y del bosque alpino australiano a causa de sequías prolongadas en el tiempo y olas de calor inusuales.

Así que sí, es cierto que en la actualidad hay más árboles que hace treinta y cinco años. Sin embargo, sobre lo que deberíamos reflexionar es si es lo correcto para nuestros bosques o si es otra consecuencia más del trato que tiene el ser humano con la naturaleza.