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¿Puede el litio conducirnos a un futuro más ecológico?

¿Puede el litio conducirnos a un futuro más ecológico?

Hoy, millones de personas han comenzado su día arrancando su coche, pero ¿cuál sería la suma a lo largo de más de cien años? No resulta raro señalar que el calentamiento global está directamente relacionado con nuestra necesidad de avanzar más lejos y más rápido. Las revoluciones industriales han sido épocas de experimentación y reflejan una visión del medioambiente propia de la filosofía de la época. Por eso, hoy es trascendente explicar que el coche eléctrico fue inventado finales del siglo XIX, porqué hasta hace un par de décadas, cuando esta idea de progreso está perdiendo su significado, no ha cobrado relevancia. Si buscas la explicación en una conspiración secreta seguro que pasas un buen rato en Internet, pero la explicación que da la historia y la ciencia es más terrenal. Aunque resulta fascinante que el ser humano empezase a utilizar restos fósiles de especies ya extintas que antes poblaban la Tierra, a lo largo del siglo XX el carbón y todos los derivados del petróleo han sido más eficientes para dar energía al motor de las nuevas máquinas que la electricidad. No hay aliens, solo la necesidad de que tu coche arrancase más fácilmente y te llevase más lejos. Es este reto, el de que los coches eléctricos alcancen una autonomía suficiente para competir y desbancar a los de combustión interna, el que les ha dotado de una segunda vida y nuevas connotaciones. Y dentro de este juego encontramos al litio, presente en las baterías que los inventores de finales del siglo XIX desearían haber creado, con un gran papel medioambiental que no desestima las consecuencias medioambientales que su inadecuada gestión puede tener.

En esta partida, la resistencia de las baterías de litio y la temprana aunque feroz producción en masa de los coches eléctricos, cuyas ventas en el año 2018 superaron el millón en China y Europa, han abierto las puertas al oro blanco, la nueva promesa de la industria por su capacidad para plantar cara al petróleo. Este nuevo capítulo en la transición hacia el transporte con cero emisiones ha traído consigo nuevas reglas. El rechazo por la contaminación derivada del oro negro y la preocupación por el calentamiento global ahora son variantes con gran peso para una industria que ha tenido que replantear sus prioridades. Mientras que en el siglo pasado la preocupación por el medioambiente era algo desdeñable en la producción, esta ha entrado dentro de la fórmula del éxito en el presente. Los pasos que se dan hacia la conducción limpia cada vez son más sólidos gracias a las baterías de litio, que actúan como agente verde para el consumidor y la industria. Sin embargo, aun no hemos alcanzado una solución idílica. El litio está cumpliendo con una función medioambiental, pero no es inocuo. A finales del siglo pasado se empezó a concienciar sobre la conducción responsable. Ahora, pensando en el largo plazo, debemos conocer y valorar la importancia de utilizar un elemento potencialmente contaminante a favor del planeta.

Debido a esto existen compañías que fabrican modelos en ambos formatos, se han podido comparar ambos procesos con la conclusión de que no existen diferencias notables exceptuando al motor, según datos de Nissan a National Geographic. Sin embargo, un estudio realizado por el Instituto Medioambiental de Suecia en el año 2017 señala que en los procesos de fabricación de las baterías de litio se emiten como promedio de 150 a 200 kilos de dióxido de carbono por kilovatio-hora de batería. El estudio concluye que se produce una cantidad equivalente de CO2 a la que expulsa un coche con motor diésel durante ocho años, unos datos que nos puede ayudar a entender que, a pesar de que los coches eléctricos son fundamentales para luchar contra el cambio climático, las baterías de litio no son una solución 100% verde. Sin embargo, debido a su importancia actual, la industria petrolífera tiene una dimensión titánica, por lo que sus emisiones de CO2 son bastante superiores, tanto en la producción y transporte como en su demanda. Además, las emisiones producidas en la obtención del litio se limitan únicamente en el proceso de producción, no en el de consumo como también ocurre con el petróleo. Se tratan de emisiones controladas y localizadas, sobre las que aun es posible aplicar protocolos medioambientales más estrictos y supervisar sus emisiones y procesos de reciclaje.

Debemos tener en mente que a pesar de la ayuda que prestan al medioambiente, las baterías de litio como las entendemos hoy son más parecidas a un parche en el tiempo que a una solución definitiva y global. El litio, al igual que el petróleo, es un recurso limitado que está experimentando un aumento exponencial de su demanda mientras que exige una gestión responsable y costosa de sus residuos cuando termina su ciclo vital. Por otra parte, las empresas cada vez recurren más a soluciones ecológicas que respalden sus productos. Los modelos de Tesla acostumbran a llevar paneles solares adicionales cuya energía se puede reciclar si no es empleada en la conducción del vehículo, mientras que marcas como Nissan y Renault están trabajando para crear un sistema de reciclaje de baterías ya agotadas para crear estaciones de recarga. Al mismo tiempo, se está investigando cómo sustituir los componentes tóxicos de las baterías de litio por soluciones orgánicas. Es el caso de la Universidad de Córdoba (UCO), que está trabajando en la creación de un polímero derivado del trigo que permita aglutinar los diferentes elementos de la batería con resultados prácticamente iguales a los obtenidos con un polímero plástico. Esto facilitaría la labor de recuperación del litio para su reutilización eliminando la gestión de los residuos tóxicos de la ecuación.